Esta semana, Tallulah Willis, hija de conocidos actores, anunció que le habían diagnosticado la enfermedad a los 30 años y compartió el alivio que supuso este diagnóstico tardío. En mi opinión, su artículo tiene una enorme importancia para muchos adultos y niños introvertidos, o extraños, o que se aferran a la rutina y a lo familiar.
Suelen ser personas muy funcionales, inteligentes y encantadoras. ¿Por qué diagnosticarlos? ¿Por qué arreglar lo que no está roto?
Así que esta valiente joven se levantó y les dio voz y explicó lo que los profesionales de la salud mental saben y muchos adultos descubren demasiado tarde.
Paradójicamente, el alto funcionamiento, la obediencia a las normas, la elevada inteligencia, el apego a la rutina y, sobre todo, la incapacidad para describir su mundo interior, en realidad actúan en su contra y conducen a su diagnóstico en la vejez. La falta de capacidad de comunicación es, en primer lugar, una dificultad para explicar la dificultad, para hacerla visible a los que te rodean.
Tras el diagnóstico y el tratamiento a cualquier edad, las mismas personas comparten los terribles sentimientos que ocultaron «con éxito»: ansiedad, vergüenza, sensación de que son extraños, una vaga sensación constante de que ellos y el entorno no se entienden. Tensión constante. Tallulah también describe estos sentimientos de forma típica y afirma que pasó por años de depresión, poca confianza en sí misma, trastornos alimentarios, dificultad para interpretar el entorno, lo que la lleva al desapego y a la soledad.
Los signos que requieren una derivación para el diagnóstico en la edad adulta son:
- Dificultad para interpretar situaciones sociales y dificultad para comprender las normas del entorno.
- Dificultad para describir los propios sentimientos y dificultad para comprender los sentimientos de los demás.
- Rigidez, aferramiento a la rutina y dificultad para adaptarse a los cambios.
- Rarezas.
- Intereses estrechos.
- Comportamientos repetitivos.
- Sentimiento crónico de melancolía y dudas sobre uno mismo.
- Aislamiento, aunque la persona esté interesada en las conexiones sociales.
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