El trastorno límite de la personalidad (TLP) es una de las condiciones más estigmatizadas e incluso demonizadas en la práctica clínica, a menudo de manera injusta. Existe una gran y significativa variabilidad entre los individuos, y cada persona es un mundo en sí misma. Muchos de los que lidian con el TLP son individuos sensibles, creativos y brillantes. Muchos son personas buenas, cariñosas y merecedoras de amor. Cualquier fuente de información que describa a este grupo grande y diverso como gravemente enfermos mentales, tóxicos o sin esperanza está expresando una visión desactualizada que ya no es válida. Algunos individuos diagnosticados con TLP pueden ser perjudiciales, al igual que hay personas así sin TLP. Sin embargo, la mayoría de ellos tienden a experimentar sentimientos de profundo autodesprecio y depresión, y están ansiosos por aprender mecanismos de afrontamiento más adaptativos.
El trastorno se manifiesta en tres áreas principales: la primera es la dificultad para la regulación emocional, la segunda son las dificultades en las relaciones y la tercera son las fluctuaciones en la identidad y la autoestima. Detrás de la descripción científica está una persona con una sensibilidad muy alta. Las emociones se presentan con gran intensidad. Como resultado, la tristeza puede transformarse en dolor emocional y desesperación, la alegría puede expresarse como una pérdida de control, la ira puede escalar rápidamente en rabia, y el miedo puede convertirse en terror paralizante. A veces, las emociones oscilan rápidamente entre lo positivo y lo negativo, y otras veces una emoción fuerte y abrumadora puede durar un período prolongado, agotando a la persona. Es importante destacar que la inestabilidad emocional no es un rasgo de carácter; es una habilidad. Se puede desarrollar en cualquier persona, a cualquier edad. La inestabilidad emocional es una fuente significativa de sufrimiento en el TLP, y cuando abordamos la estabilidad emocional, creamos una nueva calidad de vida con mejoras en todas las áreas.
Las personas muy sensibles experimentan altibajos emocionales que quienes las rodean pueden no entender, lo que las hace sentir solas y, a veces, rotas. Además, lo que comúnmente se conoce como «piel fina» es la dificultad para lidiar con los demás. Hay problemas para filtrar el entorno o responder con moderación. Por lo tanto, las personas cercanas a alguien con TLP no tratado pueden herirlo sin darse cuenta con un comentario inocente o una acción rutinaria, sin entender por qué la persona reacciona con una explosión, corta el contacto o se hunde en la depresión.
Una alta intensidad emocional puede llevar a la destrucción. Las personas que viven con estas emociones agotan y alejan a quienes las rodean, incluso cuando los aman profundamente. En momentos de estallidos emocionales, pueden abandonar trabajos o estudios, lastimar a sus seres queridos, o involucrarse en violencia física, a menudo hacia su propio cuerpo. Estas explosiones llevan a la vergüenza, el arrepentimiento y un profundo daño en la autoestima.
Diversos eventos de la vida desencadenan estrés y ansiedad. Algunos de estos eventos pueden causar trauma a cualquiera, lo que es un dolor persistente. Los nuevos comienzos, las transiciones, las pérdidas, el parto y más requieren una gestión práctica y emocional. Cuando alguien con TLP reacciona emocionalmente con mayor intensidad y durante períodos más largos, las situaciones que requieren afrontamiento psicológico pueden volverse insoportables. Estas tormentas emocionales dañan principalmente a la persona, llevándola a experiencias personales profundamente perturbadoras y agotadoras emocionalmente. Todos tenemos sentimientos sobre nosotros mismos. Cuando alguien siente una desesperación profunda, ira o un odio ardiente hacia sí mismo, es capaz de hacer cosas terribles a sí mismo y a las personas que ama. Cuando las personas experimentan dolor, destrucción, vergüenza y odio hacia sí mismas, buscan un alivio inmediato sin considerar las consecuencias a largo plazo. Por eso, el TLP aumenta significativamente el riesgo de un uso excesivo de drogas, alcohol, adicción al trabajo o dependencia de la pareja. El TLP no tratado puede llevar a una persona por un camino de alivio del dolor a cualquier costo, y desafortunadamente, demasiadas personas no tratadas se dañan a sí mismas física y emocionalmente. Aproximadamente el diez por ciento de los diagnosticados se quitan la vida.
Un problema en una habilidad—la regulación emocional—es la fuente de muchas de las dificultades que enfrentan las personas con TLP y su entorno. Existen tratamientos científicamente probados que se centran en comprender y gestionar mejor las emociones difíciles. La regulación emocional no es un rasgo, ni un síntoma, ni un temperamento; es una habilidad. La ciencia reciente muestra claramente que la capacidad de regulación emocional es algo que se puede practicar y desarrollar con el tratamiento adecuado.
Es importante señalar que el TLP es un trastorno que tiene tratamientos eficaces, con terapias que han demostrado científicamente su eficacia. Se están produciendo cambios dramáticos en el tratamiento, y las tasas de recuperación son excelentes. Esto significa que hay esperanza para todos, incluidas las personas que cuidan al afectado. Se observa un alivio significativo del sufrimiento con los tratamientos adecuados.